La necesaria conectividad en el entorno rural

 



Se están muriendo nuestros pueblos? La pregunta no es nueva, pero hay que reconocer que está cobrando fuerza últimamente. La despoblación y la sostenibilidad del ecosistema rural son algunas de las problemáticas más notorias de este ámbito y entes públicos y privados están tomando, cada vez más, cartas en el asunto. Según los últimos datos publicados en el Instituto Nacional de Estadística (INE), de los 8.125 pueblos que existen en nuestro país, 4.955 tienen menos de 10.000 habitantes. Los datos son elocuentes: el 90% de la población vive en el 30% del territorio, en concreto en Madrid y las zonas de litoral (incluida Barcelona). Un problema que se ve aumentado por la elevada esperanza de vida de los españoles y el de­sequilibrio en su reparto territorial, concentrando un elevado número de ancianos en los núcleos rurales.

Entre las razones principales de la despoblación de nuestros pueblos podremos encontrar elementos esenciales que han deteriorado la capacidad de retención y de atracción de personas al entorno rural. Hay varios factores que explican esta realidad, pero uno hace referencia al importante déficit tecnológico en relación a la conectividad, puesto que en los núcleos rurales es frecuente encontrarnos con zonas con muy poca accesibilidad a internet y redes de comunicación.

En este contexto cobra especial importancia el concepto de los territorios inteligentes o smart rural, que buscan acercar la calidad de vida de la ciudad a los entornos rurales gracias a las nuevas tecnologías e internet. Recientemente el Gobierno ha aprobado el plan para proporcionar acceso de banda ancha (mínimo 30 Mbps) a los municipios de menos de 5.000 habitantes, con el objetivo establecido de tener que llegar al 90% de esa población antes de 2020.

Medidas de estas características no solo son necesarias, sino que urge su aplicación, sin olvidar no obstante que en relación al concepto de digitalización en el entorno rural es importante tener en cuenta otros dos aspectos. Por un lado, que la tecnología es un medio y no un fin, porque no solo debemos ofrecer infraestructuras de comunicaciones, sino también capacitar a los usuarios para que sepan sacarles el máximo partido. De este modo, las iniciativas empresariales, sean del tamaño que sean, no se verán limitadas por cuestiones ajenas al propio negocio. Por otro lado, debemos tener en cuenta que la calidad de vida en el entorno rural no solo precisa que el usuario tenga acceso a internet, sino que requiere que la población de un municipio disponga de todos los servicios básicos, desde escuelas hasta hospitales.

A los factores que atenazan el desarrollo de lo rural es oportuno, además de dar cobertura y conectividad a las zonas rurales con difícil acceso a la red telefónica y a internet, enfrentar posibles acciones desde diversos ángulos. Aquí entra tanto lo público como lo privado, así como lo económico y empresarial, o lo comunicativo y lo tecnológico: crear planes de desarrollo rural para fijar población, enfocados en facilitar la formación y el emprendimiento de la gente joven; potenciar el turismo como una oportunidad de dar visibilidad a los núcleos rurales y generar flujo de habitantes hacia las zonas rurales; implicar a los medios de comunicación, como una herramienta de difusión de las oportunidades en el mundo rural; incentivar la acogida de trabajadores a distancia, bajo el formato de teletrabajo, aprovechando el cambio de filosofía laboral de muchas empresas.

Comparto la visión de expertos en ciencias sociales que consideran que las posibles soluciones tienen que venir desde dos ángulos diferenciados: una paliativa, que asegure la calidad de vida del ciudadano, viva donde viva, y otra de acción, que camine hacia la promoción de los pueblos como vía para emprender un negocio o una vida. Sin riesgo a equivocarme, diría que la mejora de las comunicaciones tecnológicas es, en el siglo XXI, el elemento más determinante en comparación con cualquier otro concepto a analizar para resolver la brecha socioeconómica a la que nos enfrenta la despoblación rural. Si hay una medida necesaria para todos los que viven y operan en este ámbito es garantizar un servicio universal de telefonía móvil, de banda ancha y de cobertura adecuada para todo el territorio. Sin este mínimo requisito no hay actividad empresarial rural que pueda desarrollarse en condiciones competitivas. De hecho, sin ser una radiografía exacta de las carencias ante las que nos enfrentamos, el dato de los alojamientos rurales que no pueden conectarse a internet sí es muy significativo. En concreto, el Observatorio del turismo rural nos revela que hasta un 34% de los mismos no tiene esta posibilidad, lo cual evidencia una dificultad enorme a la hora de gestionar un negocio que, básicamente, se comercializa a través de la red.

Y volviendo a un análisis más amplio que no se ciña solo al sector turístico, los datos de la encuesta sobre equipamiento y uso de tecnologías de información y comunicación en los hogares del Instituto Nacional de Estadística arrojan más información al respecto. Así, descubrimos que, del total de 14 millones de viviendas en España, tan solo 1,49 millones corresponde a viviendas en localidades de menos de 10.000 habitantes. De entre estas últimas, la fibra óptica alcanza solo al 24%, es decir, algo más de 350.000 hogares, frente al 71,5% en ciudades de más de 100.000 habitantes, lo que suponen 4,5 millones de hogares. Las diferencias de capacidad con estas cifras son abismales a pesar de que la evolución desde 2010 hasta 2018 ha sido positiva en relación a los hogares con acceso a internet. Sin embargo, la brecha digital en los municipios del medio rural sigue perdurando y eso condiciona indudablemente las oportunidades de vida y empresariales.

Ana Alonso es directora de relaciones institucionales de Escapadarural.com


https://cincodias.elpais.com/cincodias/2019/05/21/companias/1558457879_586927.html